En la Fundación Sientoxciento estamos convencidos de que el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes no se limita únicamente al rendimiento académico. Si bien aprender contenidos escolares es importante, también lo es fortalecer habilidades que les permitan relacionarse de forma sana, resolver problemas, tomar decisiones conscientes y manejar sus emociones. Estas son capacidades esenciales para la vida, y forman parte de lo que se conoce como habilidades de función ejecutiva y autorregulación.
La función ejecutiva es un conjunto de habilidades mentales que nos ayudan a pensar antes de actuar, mantener la atención, recordar instrucciones, establecer metas y adaptarnos cuando las circunstancias cambian. A menudo se compara con el sistema de control del tráfico aéreo en un aeropuerto: una estructura compleja que permite coordinar múltiples procesos al mismo tiempo de manera organizada y segura. La autorregulación, por su parte, es la capacidad de manejar impulsos, emociones y comportamientos de manera adecuada según el contexto.
Estas capacidades no son innatas; se desarrollan con el tiempo y, sobre todo, con la práctica. Por eso, desde la Fundación Sientoxciento queremos compartir un valioso recurso creado por el Centro de Desarrollo Infantil de Harvard. Este material presenta una serie de actividades prácticas, apropiadas para diferentes edades, que permiten a niños, niñas y adolescentes ejercitar su función ejecutiva de forma divertida y significativa.
Aunque no todas las sugerencias han sido confirmadas por estudios científicos, han sido seleccionadas con base en la experiencia de expertos en desarrollo infantil. Representan ejemplos concretos de actividades cotidianas que pueden integrarse en el hogar, la escuela o espacios comunitarios, y que tienen el potencial de fortalecer la atención, la memoria de trabajo, el autocontrol y la flexibilidad mental.
Invitamos a familias, cuidadores y educadores a explorar este recurso y a incorporar estas prácticas en su día a día. Fomentar estas habilidades desde temprana edad no solo mejora el aprendizaje, sino que también promueve el bienestar emocional y prepara a nuestros niños y niñas para afrontar los desafíos del futuro con mayor seguridad y resiliencia.